lunes, 30 de junio de 2008

En tus manos tienes mi Vida


¿Te acuerdas de las tardes en la playa? ¿Del ocaso y la arena que se me escapaban de entre los dedos? La imagen tan viva aún, que pareciera que fue hace unos instantes y no hace tantísimo tiempo, cuando jugábamos y éramos felices por que estábamos juntos, a una mirada de distancia, el tiempo pasaba lento, caminando a nuestro favor por que la vida era toda de nosotros.

Ahora solo son recuerdos mantenidos a fuerza de necesidad, esa necesidad de saberme y sentirme viva, y que me hace cerrar los ojos para volver contigo a esa playa mágica en La Paz, con su muellecito por el que caminábamos de la mano, bajo sus faroles como estrellas capturadas y con el viento que jugaba a despeinarnos… fue como caminar hacia un altar en donde casarnos, pero en esa, nuestra boda, no me esperabas al final del pasillo, tu y yo llegamos juntos para no separarnos nunca, jurando estar juntos y luchar, de ser necesario, ante todo y todos, que solo la muerte pondría distancia entre nosotros, y eso, solo por unos instantes.

Por la noche me recuesto en esta cama tan vieja como yo, que obstinada, se mantiene de pie a pesar de los años, las perdidas, la soledad… las carpetitas oliendo a almidón ya no me hacen sentir bien, el armario deja escapar su olor a recuerdos y olvido que se quieren impregnar en mi y que yo combato día a día con el perfume de azares que tengo que comprar como arma infalible contra la ausencia que ronda y que se esconde en los rincones y sombras de esta casa tan vacía como yo.

El mar teñido de rojo, tu y yo caminando por la arena de oro, como niños buscando el caracol perfecto, sonriendo como ante el primer y único amor, con el sabor a sal del viento y viendo una nube despistada que cruza sin prisa el inmenso cielo y al lado tu, como si descubrieras de nuevo el mundo conmigo.

Abro los ojos y no veo nada más que la soledad pintada en las paredes y en el espejo donde se refleja mi rostro, y trato de encontrarte en algún lugar de esta habitación: quizá viendo por la ventana, o en el sillón a un lado de la lámpara intentando leer a oscuras o cuidando mis sueños… revuelvo mis cajones para encontrar las cartas que son mi llave para abrir la puerta que me lleva hasta ti, en ese lugar donde te guardo y en donde ninguna maldad te toca, las leo y ya estoy contigo.

“Ayer que no estabas, te encontré entre las estrellas, sintiendo tus besos en el aire y así, me di cuenta de que no estaba solo, estabas tu aquí, conmigo, y te platique lo maravilloso que es compartir contigo la vida, que le agradezco a Dios por dejarme conocer a su mas preciado ángel, que eres tu, que saber que me amas como yo a ti, me hace sentir que toda la alegría del mundo habita entre nosotros, que podré ser eterno, o al menos así sentirme al tenerte en mi corazón… ¿ que sería del mundo sin ti? ¿ y si nunca te hubiera encontrado?

Recuerdo nuestro primer encuentro, tu me mirabas sin parpadear desde el otro extremo del vagón y era como si nos conociéramos desde muchas vidas atrás, y finalmente encontrarnos en esta, sonreíste y yo me puse rojo por que no quería dejar de verte, ya te había encontrado, no podía perderte de nuevo, no quería hacerlo, todos los años de vacío y soledad se llenaron con la luz de tu mirada, tan llena de vida que se alegraba de verme… supimos desde entonces que el destino nos quiere mucho y por eso nos ha puesto juntos en tantas vidas, por eso sufrimos bastante hasta encontrarnos para curarnos entre los dos las heridas que nos hicieron los otros. Estoy contento por que sé que en esta vida te encontré finalmente para no perderte, te quiero como y desde siempre, en esta vida, en las pasadas y en las que quedan por vivir…”

Con las lágrimas temblando en mis ojos, regreso a la realidad, después de zambullirme en los recuerdos de un ayer distante y ausente, el reloj marca las horas de un tiempo implacable, donde cada segundo espera su turno para, cuando llegue su momento, aventarse al acantilado del olvido marcado por las manecillas.

“Tengo el corazón roto, pero también tengo pegamento” reza una canción, pero ninguno es tan fuerte como para pegar el mío, solo tu podrías hacer latir de nuevo este corazón viejo y maltrecho cansado del paso de la vida sin ti.

Al final, se que cuando venga la enfermera a darme la medicina, me dormiré, y todos mis recuerdos inventados, se irán a dormir junto con los recuerdos verdaderos llenos de esta amargura que se nota en cada poro de mi piel, al único lugar de mi corazón que no esta envenenado por la envidia de no tener una vida como las de esas novelas de amor.

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